COMEDIA, COPLA Y AÑOS 80...

Cartel de la obra
Qué buenos personajes han salido de los bajos fondos del «typical spanish» del que unas veces huimos y al que otras tantas recurrimos atraídos por el morbo de vernos a nosotros mismos como a las caricaturas de la Plaza Mayor. Tenemos referencias incluso ya en cartel como para encontrarnos con algún remake de ¡Ay Carmela!, y a nadie que la viera se le habrá olvidado el Lazarillo de «El Brujo».

Ahora la versión 2.0 del «typical spanish» son las incursiones en los años 80. Y llenan salas, si no que alguien se atreva a dudar si «Espinete existe». Algún día los 80 serán un género en sí mismo… y aquí aparecen, con una mezcla de volantes, hombreras y cardados complejos la obra que nos ocupa; Las Rusas.
Las Rusas es según sus autores, «una comedia negra, un delirio soviético- cañí». Texto de Ana Morgade, presentadora y actriz conocida sobre todo durante su etapa en el late night de Buenafuente, se lanza por primera vez a escribir un texto en su ámbito más cercano, la comedia. Dirige Darío Facal, un dramaturgo conocido de la escena alternativa.
La intención de Las Rusas es hacer un cumplido homenaje a los artistas de medio pelo, esos que sobreviven no de su talento, sino de la esperanza de tener algún día un golpe de suerte que les conduzca al triunfo. Dos hermanas (Ana Morgade y Julia de Castro) y un pianista gallego (Pablo Paz) luchan por mantener a flote su grupo de copla en plena movida madrileña. Suplen la inesperada baja de la tercera integrante del grupo con una prostituta rusa (Paula Galimbeti). La llegada de la rusa, los triángulos amorosos y los secretos, traumas y taras de los personajes se enredan entre sí hasta el desenlace de la comedia, por la que se intercala algún que otro número musical.
Es en estos personajes más que en el argumento donde está la parte más consistente de Las Rusas. Hay mucho de la espontaneidad, el punto fuerte de Ana Morgade, en el texto de Las Rusas.  Su autora ha logrado crear unos personajes entrañables y los actores, Morgade incluida, han encontrado la manera de que emocionen al público. Aunque las situaciones pueden ser más o menos las que el público va anticipando, hay un brillo en el juego entre los actores que logra captar la atención de los espectadores allí donde el ritmo de la trama se desarrolla de forma más lenta.
Por el camino se quedan otros aspectos importantes, como la iluminación y la escenografía, que pagan las limitaciones impuestas por compartir el escenario con otro montaje del Infanta Isabel del que les separan 30 minutos para realizar cambios en la sala.
Las Rusas divierte, provoca la risa y a veces la carcajada, y lo hará sobre todo entre los seguidores de la actriz y guionista y entre los que disfruten con compañías un poco «gamberras» como Impromadrid, Jamming o las recomendables Chirigóticas.



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