LOS COTIDIANOS DESENCUENTROS DE UNA PAREJA DIVORCIADA CONDENADA A DESENTENDERSE

Cartel de la obra
Efectivamente, una pareja de recién exdesposados nos descubre, De mutuo desacuerdo, sus desavenencias, poco desacostumbradas en un tiempo ya libre y mostrativo de desamores al desnudo, en esta, en nada desacertada, comedia dramática firmada por Fernando J. López, uno de los autores que descuellan en el panorama de nuestra literatura actual.
Este desenmascaramiento de semejanzas irreconciliables de los otrora cónyuges se despliega en un escenario especialmente armado para destacar su desesperada e imposible desvinculación, motivada por y para la desatención del vástago que ambos tienen en común. Y todo ello, brillantemente desarrollado a través de unos diálogos ágiles y artísticamente afinados en la expresión lingüística de los desacordes sentimentales de hoy día, mientras el tempo narrativo de la obra se desliza de manera fluida hasta llegar al desenlace más justo y necesario para los protagonistas de esta historia, ya sabedores de lo que es agotar su tiempo de descuento como pareja.
Dicho lo cual, no resulta descabellado destapar ahora (aunque sea patente desde el principio) el despropósito de quien firma y destroza (ojalá que no) esta crítica: rendir un homenaje al juego de palabras del título de la obra con su mismo mecanismo, dado que se le antojan muy acertados juego y título por desentrañar la mágica y poética paradoja del teatro, que se desvive por un episodio cotidiano de vida real elevándolo a la categoría de arte a través del tamiz de la ficción. Solo así se comprende el tino (y no desatino al afirmarlo) de emplear este prefijo des- (no siempre en cabeza como morfema, sino como parte de la raíz del término y, por tanto, del problema), un afijo revelador de lo que es la privación, la negación, la separación, pero también de sus acepciones contrarias; v. gr., la mejor manera de mostrar los desencuentros de los dos únicos personajes presentes en escena es desencadenarlos en una serie de encuentros urdidos con oficio y eficacia mediante cuadros que se suceden de forma ordenada y no por eso menos natural.
En tales cuadros, autor, director y actores casan perfectamente las piezas de esta historia mientras la despiezan, toda vez que prueban que es posible y plausible desdramatizar un más que cantado choque dramático de intereses encontrados de este matrimonio extinto, cuyos integrantes, al igual que el prefijo arriba acordado, anteponen sin mala fe sendas motivaciones para atender al hijo de ambos y lo único que consiguen es desentenderse de él (memorable resulta la sentida presencia en escena de este y otros personajes ausentes; una maestría en la composición de caracteres propia de Fernando J. López).
La credibilidad escénica de los exconsortes como dramatis personae logra su excelsa guinda gracias al acople interpretativo de quienes les dan vida: Iñaki Miramón y Toni Acosta, una pareja artística muy bien avenida (esta sí), que no desaprovecha la ocasión de desvelar una vez más su enorme talento y mutuo acuerdo actoral.

A modo de conclusión, solo cabe invitar al espectador que aún no ha visto esta obra teatral a hacerlo, pues es una pieza ácidamente cómica y actual, de la que nadie debería desmarcarse, sea, como dice el anuncio, con desdes o sin ellos. 


Apunta: Silvia Gutiérrez Martín





Hasta el 31 de mayo de 2015 en el Teatro Bellas Artes de Madrid.
DIRECCIÓN: Quino Falero.
ILUMINACIÓN: José Manuel Guerra.
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Mónica Boromello.
MÚSICA: Mariano Marín.
COPRODUCCIÓN: Pentación Espectáculos y La Cabra Sra. Pendlenton.



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